Okanagan, el camino amarillo.
Bien dicen, el destino no es nada, el camino lo es todo. Y eso me quedó muy claro mientras nos dirigíamos hacia Osoyoos, nuestro destino final. Mientras las montañas y el cielo azul nos adornaban las casi 5 horas de camino, Keremeos nos recibió, con un montón de cerezas y duraznos.
Mas adelante un pueblo minero el cual me pareció más que encantador, con muchas antigüedades, rótulos originales y una que otra leyenda fantasma.
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